(FOTO: Estudiantes) Formada y forjada en las canastas del colegio Berrio Otxoa, Gracia Alonso de Armiño decidió, breve paso por Ibaizabal mediante, abandonar su zona de confort y embarcarse en la dura aventura de cruzar el charco. Cinco años allí curtieron a la ala-pívot bizkaina, que tuvo que escoger entre su profesión y el baloncesto para apostar por la pelota naranja. En Suecia fue profesional de su pasión y volvió a Maloste a la Liga Femenina 1, pero donde de verdad explotó fue en la Liga Femenina 2, primero en Ibaizabal y luego en Canoe. Ahora Gracia defiende la elástica del Ramiro de Maeztu en un equipo con un récord brutal de 17 victorias y solo una derrota, y sueña con un ascenso que ya ha rozado en varias ocasiones.
Gracia, ¿cómo comenzó tu idilio con el baloncesto?
Empecé en el Berrio Otxoa, porque mis padres me apuntaron como a todos mis hermanos. Yo solo tenía cinco años, por lo que no podía competir en el equipo. Entrenaba con ellas y ya estaba, era como la mascota del equipo… (risas). Al siguiente año ya pude tener ficha y jugar, y mi andadura en el Berrio Otxoa fue larguísima, ya que estuve hasta el segundo año de junior. Allí me entrenaron Iñigo Sainz Trapaga, Iker Marcos, David Lozan y Quepa Pérez, y guardo muy buenos recuerdos de todos ellos. En el primer año de junior, incluso subimos a Liga Vasca, cosa que vivimos con gran ilusión.
¿Qué es para ti el Berrio Otxoa?
Son muy buenos recuerdos. Y realmente, a día de hoy, cada vez que me paso por Santutxu, me encuentro con caras conocidas y me alegro mucho de que se acuerden de mí. Es entrañable pasear por el lugar en el que te has criado y has pasado tantos años.
En último año de junior diste el salto a Ibaizabal, para jugar ya en senior 1ª división…
Eso es, llegué al equipo de 1ª División con la idea de subir el nivel. Tuve muy buenas sensaciones, a pesar de que pensase que me iba a quedar grande. Entrenando duro competimos prácticamente todos los partidos, y haciendo una gran temporada. Mi entrenador en esa etapa fue Óscar Villaverde, con quién aún a día de hoy tengo gran relación y quién continúa compartiendo el baloncesto conmigo y aconsejándome. Después decidí marcharme a EEUU.
¿Qué significó para ti el hecho de salir de tu zona de confort y cruzar el charco?
No todo el mundo se arriesga a estar ahí cinco años de su vida. El primer año, como aún no estaba en la universidad, caí en una familia de acogida que fue fantástica y tenía muchísima experiencia con estudiantes. Recuerdo con cariño el baile de fin de curso en el High School, pero también a nivel deportivo firmamos una gran temporada, ganando el campeonato estatal por primera vez. Como todo fluía muy bien y me llegó una oferta de una universidad en el mismo estado de Tennesee, decidí emprender mi carrera allí. Siempre supe también que, en mi familia americana, tenía un apoyo al que acudir siempre en épocas como el ‘Thanksgiving’, lo que lo hizo todo mucho más sencillo.
Cuéntanos todo acerca de tu etapa universitaria…
Todo fue muy positivo, tanto con compañeras de equipo, gente del campus, profesorado… Todo el mundo estuvo muy volcado tanto con el proyecto deportivo como con el académico. De hecho, yo me siento en parte americana, de Tennesee, porque el hecho de emanciparme y pasar esos cinco años allí ha influido mucho en mi vida. A nivel deportivo, creo que yo sigo haciendo lo mismo que hacía en el Berrio Otxoa, pero trabajé mucho la técnica individual en la universidad, entre otras cosas en la técnica de cargar el rebote, con anticipación y trabajo…
Entre la graduación y tu vuelta a España, paso por Suecia.
Sí, cuando terminé la graduación estaba súper ilusionada, e incluso me eché un agente americano y un compañero chileno me ayudó con un gripo de highlights. Me encontraron un trabajo en Suecia jugando a basket, pero mientras yo había puesto en regla toda la documentación para ponerme a trabajar allí en EEUU como enfermera y dar el salto al mercado laboral. Llegó un día que tuve que elegir y aposté por el basket y no me arrepiento. Quieras que no, ahora me pesa ligeramente la decisión porque es el motivo de que yo esté en Madrid, homologando el título por no tener vida laboral en el país de procedencia, pero sin duda lo volvería hacer. Estuve en la primera división sueca, equiparable a la Liga Femenina 2, pero me tuve que volver por el tema de la documentación.
Y la vuelta a casa fue de la mano de Gernika, ya en Liga Femenina 1. ¿Fue un gran salto?
Brutal. No es que se me quedase grande la competición, pero ya advertí que con mi estatura iba a ser complicado zafarme en mi puesto. Estuve entrenando de alero, fajándome en todos los entrenamientos con jugadoras como María Pina, y aprendí muchísimo en mitad de un gran ambiente con las jugadoras. Fue un año muy importante y decidí cambiar porque quería más importancia en algún equipo de una categoría más baja, pero no descarto en absoluto volver al máximo nivel.
Es entonces cuando se da la posibilidad de volver a Ibaizabal, en tu segunda etapa en el club…
Aparece por proximidad y porque se trataba de un club que me acogió con los brazos abiertos. Fue un gran año en el que jugamos la fase. Igual el grupo que nos tocó era algo asequible, en la comparativa con la actualidad, pero aquel año arrasamos. Tuve grandes compañeras, como Peyton Ferris, María España y María Barneda, Miren Aguirregoikoa, Patricia, Jone, Ane Arrien… Éramos un equipo muy potente y muy luchador. En la fase hubo un ambiente de baloncesto extraordinario, y aunque no pudimos llegar lejos, lo viví todo con mucha energía. Creo que tuvimos gran mérito por llegar donde lo hicimos.
La temporada pasada recalaste en Madrid, en las filas del Real Canoe, donde fuiste una de las tres jugadoras más valoradas de la competición.
Al final todo depende de la confianza y los minutos que te den y de lo que tú puedas aportar como jugadora. En Canoe, con respecto a Ibaizabal, jugaba más minutos y tenía más margen para poder generar cosas. Caí en un equipo muy agresivo al aro y que penetraba mucho, y nos convertimos en un equipo humilde y difícilmente parable. Daba gusto entrenar y construir lo que es la esencia del Canoe, fue una experiencia magnífica de la que me he llevado muchas amigas con las que coincido muchos fines de semana.
Sin marcharte de Madrid, esta temporada pones rumbo al Magariños de la mano del Estudiantes. Con 16 victorias consecutivas, se podría decir que estáis en racha, ¿no?
Nosotras tampoco es que lo veamos así. Nosotras lo vemos desde la perspectiva del alivio que es que llegue el sábado de partido, porque para nosotras lo más difícil es la semana y los entrenamientos. Somos muy competitivas y los entrenamientos son auténticas guerras en las que nos curtimos. Es un gusto trabajar aquí y estar en un equipo que lo quiere dar todo en cada acción. Es un honor además poder formar parte de un club con tanta historia y jugar cada fin de semana en el Magariños, que acostumbra a llenarse.
Con la trayectoria que lleváis es difícil pensar algo que no sea el ascenso. ¿En qué piensa el equipo?
No pensamos en ello a pesar de que se hable. Nosotras no tenemos nada que perder, y todo el mundo va a venir a querer ganarnos y ya vemos que las cosas cada vez se complican más. Tendremos que mentalizarnos de que no tenemos nada que perder pero no tenemos la presión de tener que ganar cada día con la ventaja que ahora mismo manejamos. En ese sentido es un aval para mantener la calma, y esperamos a que llegue el momento del partido en el que nuestro ritmo se imponga. Soñamos con el ascenso pero vamos semana a semana, y sabemos que antes tendremos que superar una fase muy dura.