ENTREVISTA: ¿Qué fue de…Sheila Alaña?

ENTREVISTA: ¿Qué fue de…Sheila Alaña?

(FOTOS: EnCancha.com / Campus Marta y Rudy Fernández)

Contamos a continuación la historia de una niña que empezó a jugar en las escuelas municipales de Santurtzi al baloncesto, sin gran gusto por el juego, para terminar disputando una final de Euroliga en Moscú ante Diana Taurasi y compañía defendiendo los colores de Perfumerías Avenida. Por el camino, una larga trayectoria profesional repleta de momentos y experiencias inolvidables en los clubes más históricos e importantes del panorama baloncestístico peninsular. No obstante, de todo ello se queda con las personas que conoció y con las que compartió grandes momentos en los vestuarios. Al habla Sheila Alaña, una de las mejores jugadoras de la historia del basket bizkaino, y una pura representación de amor y cariño por el juego.

¿Cómo fue tu primer contacto con el baloncesto y qué recuerdos se te vienen a la mente?

Empecé muy pequeña en las escuelas del polideportivo de Santurtzi, y luego jugué en un par de colegios también en la misma localidad, hasta que entré en el Club siendo cadete. Tengo gran recuerdo de un montón de cosas; por lo que me han dicho, al principio no me gustaba mucho el basket, pero rápidamente me enganché. Recuerdo a mis compañeras y al entrenador que tuve en aquel momento, Miguel Ángel Fernández, al que le debo mucho. Son todo buenos recuerdos… Desde el principio fui alta y es por ello que pensaron que podía jugar.

Tus dos años de juvenil los vives, sin embargo, en Siglo XXI. Suponemos que en ese momento te empezaría a gustar algo más el basket…

Sí, sí. Fue una experiencia bastante dura pero volvería a repetirla. Los primeros meses fueron complicados, porque soy una persona muy familiar. Es cierto que mis compañeras allí me arroparon desde el primer momento y enseguida me habitué. Los días allí son largos, levantándome pronto para poder conciliar estudio y entrenamientos… También creo que allí personalmente maduré muy rápido, además de mejorar mucho deportivamente.

En el primer año de senior te llega la oportunidad de formar parte de una de las plantillas más competitivas de la península. Te marchas a Ros Casares a compartir vestuario, entre otras, con Marta Fernández. Un gran salto, ¿no?

Sí, de hecho Marta es mi mejor amiga. Una de las claves fue que ella estaba allí, porque ya nos conocíamos y éramos muy amigas desde la etapa de Siglo XXI. Teníamos una gran plantilla y entrenábamos muy duro, y para mí fue un golpe de realidad por la magnitud del salto. Los objetivos eran ganar y ganar, y fue muy bien, porque fuimos campeonas de liga aquella temporada.

SHEILA-CAMPUS

Tras la temporada en Valencia, Jaén y Burgos son tus dos próximos destinos sin bajar de la Liga Femenina.

Después de terminar el año en Valencia tenía claro que quería irme a un equipo en donde pudiese adquirir experiencia jugando. Creía que mi sitio estaba en un equipo de media tabla en el que pudiese tener minutos en la pista, porque es ahí donde se mejora. Esa fue mi decisión, y de ahí en adelante busqué ese perfil de equipo.

Fueron dos años distintos; Jaén pasó un poco más desapercibido para mí, y en Burgos hicimos una gran campaña que recuerdo con mucho cariño, porque fuimos capaces de meternos en Copa de la Reina.

Un año en cada uno de ellos, y después recalaste en otro histórico como el Celta. Llama la atención que en aquella plantilla estaba Cristina Cantero, actual entrenadora del conjunto celeste…

Eso es, Cris era compañera y muy buena amiga. Tuve mucha suerte porque en la mayoría de equipos en los que estuve pude tener grandes compañeras, y esto se agradece mucho porque ayuda a crecer al equipo. ‘Cris’ era una de ellas, con energía positiva y siempre predispuesta  a ayudar.

También en Vigo nos metimos en la Copa, y creo que en esa etapa, además del buen vestuario, fueron clave los entrenadores. Tuve a Miguel Méndez y Susana García, dos grandes entrenadores que me dieron un punto de mejora muy importante.

En cuanto a tu estilo de juego, podemos hablar de una jugadora interior muy completa. Capaz de tirar, jugar desde fuera… Y muy buena compañera.

Es cierto que según fueron pasando las temporadas cada vez fui jugando más desde fuera. Fui tirando un poco más hacia jugar abierta. Trabajaba mucho para poder hacer muchas cosas, tirando pero sin olvidarme de jugar interior.

Para mí era básico mantener una buena relación con todas las jugadoras del vestuario, y por ejemplo en Salamanca me decían que siempre ‘la estaba liando’, con bromas y risas… He sido divertida en el vestuario, pero creo que es más sencillo que puedan hablar mis compañeras.

Continuando con el hilo de tu trayectoria, nos encontramos que después de esa etapa como celeste bajaste un peldaño para disputar la Liga Femenina 2 en un trayecto de tres temporadas. La última de ellas fue en el proyecto de Irlandesas en tu vuelta a casa.

Sí, tuve que volver a casa por motivos familiares y estuve un añito en Irlandesas. Tuve mucho protagonismo y muchos minutos. Intenté ayudar a mis compañeras como una más con los conocimientos y la experiencia que yo había adquirido previamente.

SHEILA-IRLANDESAS

Vamos ahora precisamente con tu etapa en Salamanca en las filas de Avenida. El plantel era increíble: Alba Torrens, Sancho Lyttle, Silvia Domínguez, Marta Xargay… Y cosechasteis grandes resultados, con la culminación de un subcampeonato de Euroliga. ¿Qué nos puedes contar de esta etapa?

Vuelvo a insistir en que creo que la clave para esos años y para esos resultados fue el buen rollo y compañerismo que había entre las jugadoras. Fundamentalmente el año de la Euroliga fue clave el grupo humano; éramos una gran familia y por eso pudimos llegar tan lejos. Para mí la etapa en Salamanca fue la mejor de mi vida, ya que cada campaña tenía algo diferente, pero recuerdo especialmente como una sensación increíble la final de la Euroliga. Fue muy especial, porque no tuvimos un buen resultado en Copa y veníamos de pasarlo mal, pero en competición europea nos salió mucho mejor. No podría describir con palabras lo que fue aquella final. Nos plantamos en Moscú, para enfrentarnos a las mejores jugadoras americanas del mundo en aquel momento… Fue increíble.

En cuanto al grupo humano y estas jugadoras podemos hablar de grandes jugadoras pero también de grandes personas. Silvia Domínguez fue mi compañera de habitación los años que estuve en Salamanca, y nos llevábamos muy bien. Eran súper agradecidas tanto dentro como fuera de la pista y poder entrenar con ellas para mí era un show. Tuve mucha suerte, y además mantengo el contacto con varias de ellas en la actualidad.

Destacas constantemente las cualidades humanas de las personas con las que has compartido vestuario. Al final del camino, es lo más importante que te llevas, ¿no?

Es lo que te queda cuando eres deportista. La gente que conoces por el camino y las aventuras que compartes con ellas. Como te he dicho tuve mucha suerte y son personas importantes en mi vida, tanto jugadoras como entrenadores.

Tras el periplo en Salamanca, vuelta a la Liga Femenina 2 con paso por Guadalajara, Barcelona y un último baile en Irlandesas. ¿Cómo afrontaste el final de tu carrera?

En cierto modo recuerdo jugar algo más relajada porque no tenía la presión o la sensación de tener que ganar siempre casi como obligación. Cuando estás más suelta, las cosas salen más fácil. Es cierto que siempre he sido muy exigente, y esto me lo ha dicho algún entrenador, pero también creo que es lo que me ha hecho mejorar como jugadora y persona. En aquel momento, la liga española en la que yo jugaba era una liga muy potente que estaba entre las dos o tres más importantes de Europa, casi igualando a la rusa. Había grandes jugadoras en la competición, y por ello yo tenía que trabajar el doble para llegar al nivel de la liga.

Acabé en Irlandesas y me retiré por una fuerte lesión de espalda. Me topé con una hernia muy grande que me obligó a retirarme, y una minusvalía en la pierna me hizo parar definitivamente tras la operación. Llevé muy mal el proceso, porque fue de un día para otro. Siempre es complicado tomar la decisión de retirarte pero así como fue se acrecentó la dificultad, y me pilló en un mal momento personal, porque tres meses después falleció mi padre. Me aparté del basket y no quería ver ni partidos.

¿Cómo sería tu entrenador perfecto? Has tenido grandes referentes en los banquillos…

Yo tuve tres entrenadores que me marcaron mucho. En primer lugar, tuve a Miguel Ángel Fernández en categorías inferiores, al que le debo muchísimo y sin el cuál no habría salido de aquí, lo tengo clarísimo. Después me entrenó en Vigo Miguel Méndez, que tuvo una gran influencia en mí como jugadora. Por último, José Ignacio Hernández en Salamanca, que me dio la clave para competir y creyó más en mí que yo misma. Él me hizo explotar. Gracias a ellos he podido llegar a todo esto.

¿Cuál es tu unión actual con el basket?

Como entrenadora no me he visto nunca, aunque alguna vez sí me han comentado que pasase por algún entrenamiento para que las jugadoras me viesen y poder charlar con ellas. Lo que sí hago es seguir mucho el deporte, tanto por redes sociales como por televisión. Aún tengo muchas amigas que siguen jugando y me gusta verlas. Me gusta mucho también saber cómo van los equipos bizkainos y vascos. Desde la distancia veo el proyecto de Gernika, que me parece increíble. Les he seguido cada temporada y me gusta cómo han ido superándose como club y equipo, y en ese sentido me parece que ya era hora que se reconociese el trabajo del baloncesto femenino aquí. Hay grandes jugadoras y grandes entrenadores y hacía mucha falta el reconocimiento.

¿Qué le dirías ahora a una jugadora joven para que siguiese luchando para jugar al baloncesto? Es evidente que no estamos en una situación sencilla…

La verdad que la situación es muy complicada y se pierde interés. Los jugadores que jugamos al baloncesto creo que tenemos amor por nuestro deporte, y no podemos perder la ilusión. Es necesario seguir trabajando y perseverar mucho con algunos sacrificios. La clave para mí es no perder el cariño por el juego.

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