Natxo Lezkano, un ascenso con label jarrillero

Natxo Lezkano, un ascenso con label jarrillero

(FOTOS: FEB)

Natxo Lezkano es el entrenador de moda; portugalujo, ha conseguido recientemente devolver al Breogán de Lugo a la ACB antes de que finalice la competición. “Ha sido una alegría tremenda”, relata el vizcaíno, licenciado en IBEF y con experiencia en varios banquillos de relumbrón del panorama baloncestístico nacional. Desde el colegio Santa María de Portugalete y pasando por Jarrilleros, Lezkano ha ejercido como asistente en el Baskonia de Perasovic, Maljkovic, Ivanovic y Pedro Martínez. Después, decidió emprender la aventura de la dirección en solitario, y firmó 8 temporadas espectaculares en Palencia, amparadas por un ascenso y varios éxitos. Con dos experiencias internacionales en su mochila, Natxo Lezkano retornó a España con el cometido de que Breogán ascendiera a la máxima categoría bajo sus mandos. Lugo, varios años después, disfrutará del máximo nivel con un portugalujo en su banquillo. 

Primero nos ceñimos a la más inmediata actualidad, ¿cómo ha sido certificar el ascenso a falta de varias jornadas para finalizar la campaña?

La verdad es que ha sido una alegría tremenda. Hemos estado toda la temporada en cabeza, aunque siempre notando el aliento de Manresa y Prat, que también han sido regulares. Finalmente, gracias a averages y a una trayectoria muy regular y constante hemos logrado algo extraordinario.

¿Qué momentos han marcado la temporada?

Creo que ha resultado determinante nuestro gran inicio con 11 victorias consecutivas. Esa inercia positiva ha sido muy buena para nosotros y nos ha otorgado un cierto colchón durante el resto de la campaña. Levantar la Copa también ha sido un plus, ya que nos daba la ventaja de disputar los playoffs en casa.

En contraste, creo que la derrota ante Manresa en la que sufrimos muchísimo fue uno de los instantes más complicados. No obstante, supimos sufrir y salvamos el average que posteriormente ha sido importante.

¿Fue una gran alegría llevarse la Copa Príncipe?

Evidentemente, con el aliciente de que la jugábamos en casa. Le dimos una gran alegría a nuestros aficionados y además cerramos el hipotético factor cancha en los playoffs.

¿Cómo es competir por un histórico como Breogán y en una ciudad como Lugo?

Como todo, es necesario conocer las dos caras de la moneda. Es divertido para cualquier aficionado al baloncesto vivir en una ciudad que disfruta del basket como lo hace Lugo. La gente está encima y por fin puede olvidarse el fútbol. Hay mucha afición, ya que los padres llevan a sus hij@s y se va creando una gran tradición.

La desventaja es la presión que se cierne campaña tras campaña sobre un club con 50 años de historia. Y además bastantes de esos 50 compitiendo en el máximo nivel. Últimamente Breogán siempre se quedaba cerca y ya percibí el año pasado las increíbles ganas por volver a la ACB.

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¿Cuánto ha ayudado el Pazo al ascenso?

Muchísimo. Desde el principio notamos una conexión especial con la grada, que se ha ido alimentando con la solvencia de nuestras victorias actuando como locales. Gran parte de ello es gracias al apoyo de la gente del Pazo, que se ha comportado de manera excepcional.

¿Hay mimbres económicos para materializar el ascenso?

Pues… es una pregunta que no puedo responder yo. Pero espero que sí, ojalá, y las sensaciones son positivas.

Retrocediendo a tus inicios… empezaste como jugador y entrenador en Jarrilleros, ¿no?

Así es. Comencé a jugar en el colegio Santa María y después pasé a Jarrilleros. Desde bien pronto, todos los jugadores que íbamos pasando del colegio nos implicábamos con los chavales en arbitrar, dirigir, echar una mano en lo que hiciese falta… Con lo que terminamos teniendo contacto con los banquillos desde muy jóvenes. Estábamos muy vinculados y formábamos parte del club.

Después comenzó tu periplo alavés en Urgatzi y en Campus de Álava. ¿Qué recuerdos guardas de allí?

Me fui a estudiar IBEF a Vitoria y pronto advertí que compaginar jugar en Jarrilleros con vivir en Vitoria iba a ser complejo, ya que me frustraba el no poder entrenar con ellos, por ejemplo. Así que empecé a jugar en la UPV  mientras entrenaba en Urgatzi. Después, cuando terminé los estudios, empecé a entrenar a los que habían sido mis compañeros hasta hace bien poco.

Recalaste después en el histórico Taugres, al lado de Dusko Ivanovic, Boza Maljkovic, Pedro Martínez, Perasovic… ¿Con qué te quedas de cada uno?

Tuve la oportunidad de iniciarme en el mundo profesional ni más ni menos que en el Baskonia. Me relacioné y compartí tiempo con grandes entrenadores y jugadores de los que guardo grandes recuerdos. Todos ellos eran extraordinarios técnicos y muy exigentes, cuidando al extremo el detalle.

Establecería una diferencia evidente entre ‘Peras’, Dusko y Boza, que provenían de la misma escuela. De hecho, Dusko y ‘Peras’ habían sido alumnos de Boza. Pedro, sin embargo, tenía una manera diferente de entrenar. Todos me han aportado muchísimo y es complicado quedarse con algo de cada uno.

Tuviste que asumir el mando con la baja de Velimir firmando un 100 % de victorias en Euroliga…

Cojo las riendas en una época difícil por la cuestión de Perasovic. Y la verdad es que todo salió bastante bien. Debuto en el Top 16 y ganamos, de primeras, en Tel Aviv. Todo salió muy bien y logramos clasificar al equipo con ventaja de campo para los playoffs y a posteriori disputamos la F4 de Atenas. Una experiencia increíble.

Emprendiste después la aventura como primer entrenador en Palencia, donde firmasteis un ascenso y pasaste 8 grandes años…

Sí, es verdad que fueron todos ellos grandes años a todos los niveles. El primer año logramos la salvación, que era el objetivo con el que llegué. La siguiente campaña conseguimos la Copa y el ascenso a una liga LEB que entonces era muy potente. A partir de ahí, conforme pasaban las temporadas, fuimos ascendiendo y marcándonos cotas más altas que materializamos una tras otra. Se trataba de un gran equipo.

¿De qué manera describirías tu paso por Venezuela?

Salí de Palencia y estaba sin equipo; entonces, me llaman de Venezuela, del equipo que venía de entrenar Ricard Casas. Tenía buenas referencias de la liga, de los entrenadores y acepté el reto. Fue una experiencia más que sumar y buena a nivel personal y profesional.

¿Cómo surge la oportunidad de ser seleccionador de Costa de Marfil?

Surge en verano de 2011. Me ofrecen tomar el mando de la selección africana de Costa de Marfil y accedo. Se trataba de un baloncesto diferente, una competición diferente… Fue enriquecedor, y años después repetí para el campeonato consecutivo.


¿Echas de menos Portugalete? ¿Te gustaría entrenar algún día a Bilbao Basket?

Más que Portugalete… la familia y los amigos. Pero es algo de lo que debes ser consciente en el momento que emprendes la aventura del baloncesto profesional.

Evidentemente que me gustaría. Por ser vizcaíno les tengo cariño, así como al Baskonia, que fue el club donde me inicié en el baloncesto profesional. Lógicamente, es el sueño de cualquiera estar en esos equipos. Pero no miro más allá de Lugo, donde firmo poder entrenar en ACB en la 18-19. Ojalá siga aquí, estoy muy a gusto.

Este año has entrenado, por ejemplo, a Guille Rubio y Ricardo Uriz… ¿cuáles son los jugadores que más te han marcado?

Me quedo con dos jugadores de mi etapa en el Baskonia.

Por un lado, la capacidad de liderazgo de Elmer Bennett. Era alucinante más allá de sus cualidades baloncestísticas, que también eran grandes.

Y por otro, con la enorme ambición del argentino Luis Scola. Después de cada entreno siempre se quedaba de manera individual a practicar, a pesar del poco tiempo para descansar que tenía. Como consecuencia de su gran ambición ha conseguido llevar a cabo su gran carrera profesional.

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