(FOTOS: Selfoss Karfa / BRV) Tras el abrupto descenso y posterior desaparición del equipo de LEB Oro de Araberri, Mikel Ereño recibió una llamada procedente de Sevilla que cambiaría su sino. Al otro lado del teléfono estaba Asier Alonso, que le invitó a vestir de verdiblanco bajo el escudo del Real Betis. Una temporada que no quedó completa, por la cuestión pandémica, amplió las miras de un Ereño que conoció otra perspectiva del basket profesional. Pero la colaboración con el Real Betis del club islandés de Selfoss le abriría las puertas de una experiencia increíble a la que el entrenador bizkaino le pone palabras. Conocemos la historia y las vivencias de Mikel Ereño, que busca convertirse en el mejor entrenador ayudante que pueda ser.
Antes de salir por primera vez de Euskadi, fuiste el entrenador ayudante del equipo de LEB Oro de Araberri, en el año justamente anterior a su descenso y desaparición. ¿Qué recuerdos guardas de una temporada tan compleja?
Fue un año en el que los resultados dicen que fracasamos, pero todos los que estuvimos ahí nos llevamos una experiencia única. Tienes que estar preparado y aprender a llevar una situación tan complicada como la que vivimos aquel año, y por suerte hemos podido ver como varios jugadores que nos acompañaban como Nedim o Kamba han estado en Melilla y han jugado por la permanencia, haciendo ambos un gran partido y manteniendo la categoría. Compartí muchas cosas con Antonio Herrera, que tenía experiencia en Euroliga, y después con Manolo Povea, que tenía experiencia internacional. Individualmente creo que todos mejoramos, pero colectivamente no pudimos ofrecer un rendimiento bueno.
Como entrenadores, sufrimos mucho cuando no podemos ayudar al jugador. Cuando vuelves a encontrarte en una situación similar, tienes más experiencia y capacidad de anticiparte. Con lo que podemos sacar el aprendizaje como factor positivo.
Esa desaparición produjo que decidieses emprender el camino del basket profesional pero fuera de Euskadi, ni más ni menos que en el Real Betis. Dos escenarios, el de Vitoria y el de Sevilla, con bastantes diferencias entre sí…
No tiene nada que ver uno con lo otro a pesar de que ambos sean baloncesto. Cuando terminó el año, Asier Alonso se puso en contacto conmigo y me explicó uno de los escenarios que él tenía ahí y me propuso ir allí. Viajé a Sevilla y al Campeonato de España de Huelva y, tras unas reuniones, decidí marcharme. Estuve de ayudante en un cadete B, que tenía muchos jugadores de proyección con los que trabajamos mucho en su formación. El trabajo, lógicamente, estaba más orientado a la formación que al rendimiento presente. Además, fui uno de los entrenadores involucrados en el programa de tecnificación con todos los entrenadores becados. Por último, colaboré de alguna manera con el staff de ACB en materia estadística, fuera del campo.
Una de las cosas que más me impactó del proyecto fue la cantidad de personas que trabajan además de los jugadores que compiten en la pista. Además, el hecho de pertenecer a la institución Real Betis como club de fútbol hacía que estuviésemos relacionados con muchas formaciones exteriores y un montón de cosas que no existen en otros clubes.
¿Cómo fue la experiencia del año en una organización de estas características?
Se trataba de volver a lo que yo hacía antes de llegar a Araberri, trabajando para mejorar al jugador que teníamos, mucho antes que conseguir un resultado. Es un trabajo diferente, mucho más pasional que táctico. Fue una experiencia buena, y pude aprender de cómo se estructura un club de esta índole y las nuevas relaciones que se hacen. También es cierto que la temporada es excepcional por la cuestión pandémica, y a mediados de marzo se paró todo. Digamos que tampoco se puede contar como una temporada finalizada.
Has podido vivir las dos facetas más importantes del baloncesto. ¿Por qué te decantas ahora mismo? ¿El trabajo formativo o la búsqueda del rendimiento inmediato?
En el ámbito en el que nunca me canso es en el baloncesto profesional, y utilizo este concepto para referirme a la profundidad del estudio y la táctica que podemos observar. Pero donde mejor me lo paso es entrenando con el jugador, porque a parte de llegar a casa y poder meter horas, siempre te queda ese entrenamiento con el jugador, tanto individual como grupos reducidos. Creo que es el escenario donde podría combinar las dos cosas, planteando retos y nuevas tareas a los jugadores. Y también creo que a todos nos gusta ver mejorar al jugador. Me gusta detectar fortalezas del jugador y resolver aquellos puntos necesarios que tenga que mejorar para llegar al baloncesto de élite. Quiero llegar al punto de poder comparar al jugador del inicio y del final del trabajo y que se vean esos seis o siete puntos mejorados.
Tras esta oportunidad en Sevilla llega la posibilidad de cambiar radicalmente y marcharte a Selfoss, Islandia, que se trata de un pueblo muy cercano de la capital del país. ¿Cómo llega la posibilidad?
Es otra jugada del ya conocido Asier Alonso… (risas). Él intenta hacer una colaboración con Selfoss, y estuvieron bastantes meses trabajando en ello. Durante el parón y con toda la incertidumbre que reinó en la cuarentena, entre él y Chris, el entrenador jefe que tenemos aquí, crearon este nuevo escenario y pude venir una vez que el proyecto salió adelante. La cuestión pandémica goza de buena salud en Islandia, que ha estado prácticamente a cero durante la mayoría de los meses en casos. Finalmente se ha llevado a cabo y aquí estoy…
Es una aventura que me propusieron y pensé que era una locura al principio. Creo, sin embargo, que hay que ser atrevido y prepararse para aprender todo lo posible en modo esponja. Quizá aquí esté adquiriendo conocimientos e información que de otra manera hubiese sido imposible que obtuviese.
¿En qué puntos se basa la colaboración?
Se trata de una colaboración hasta 2023. El Real Betis, dentro de su programa de captación de talento, se ha fijado en Islandia, donde hay jugadores con gran talento físico. Selfoss, por otra parte, se caracteriza por su gran acogida, porque aquí hay un equipo U20, que es el que yo entreno, y básicamente reúne todo el talento del suroeste del país, con lo que se trata de un punto estratégico. Además, este año hemos traído a Kennedy Clement, que constata el punto de que aquellos jugadores del Betis que no estén preparados para dar el salto directo al equipo ACB puedan pasar por aquí para jugar una doble competición y continuar su formación desde otra perspectiva.
¿Cuál es concretamente tu función allí?
Selfoss es una localidad que ha triplicado su población en la última década, lo que produce que haya un número de niños exagerado. Cada año hay tres equipos más, pero los entrenadores siguen siendo los mismos, así que hay que meter muchas horas. Tenemos a nuestro primer equipo en la segunda división estatal, cuyo bloque principal es el equipo que compite en la U20 más los islandeses en categoría senior y algún extranjero que ensambla el equipo. Nosotros somos dos: un entrenador jefe, Chris, y yo como ayudante, y nos cambiamos los roles para el U20. Aún así, se entrena diferente y se preparan los partidos de manera diferente, que es la experiencia que comentaba de la doble competición. A parte entrenamos cada uno un equipo de cantera, que entrena cinco días a la semana, tres entre semana más sábado y domingo. Las competiciones se concentran en pequeños torneos en forma de concentración para ahorrar en viajes y desplazamientos. Los niños pasan muchísimas horas en el pabellón, porque la realidad es muy diferente a la nuestra. Si quieren salir fuera, hace mucho frío en invierno, y nosotros somos una oportunidad para que el niño socialice, aprenda y haga ejercicio físico.
También hago entrenamientos extra con jugadores con más pasión o proyección, que en la mayoría de ocasiones solicitan ellos mismos a las seis de la mañana antes de ir a la escuela. Además, Selfoss tiene un convenio con la escuela del pueblo, y hay otra diferencia que es importante que expliquemos para poder entender el modelo: el sistema educativo islandés facilita que si cumples unas horas en deporte federado, estas se vinculen a tu formación académica y la sustituyan. Entonces se ha formado una academia que cuenta como clase oficial en el colegio, y ahí trabajo yo también. Es difícil entender una serie de cosas que suceden aquí si no las vives; nosotros tenemos las llaves del pabellón, que dan acceso también a las puertas del colegio. Suena a locura pero aquí no existe vandalismo ni mala intención y somos casi los dueños de lo que hay.
¿Qué cuestiones sociales son las que más te han llamado la atención en la comparativa con España?
Lo que más llama la atención, además del increíble paisaje, es la amabilidad de las personas. Y mira que es llamativo el paisaje, con el añadido del volcán este año… Comparten todo y se acercan con cualquier cosa, y por ejemplo yo no he notado en ningún momento estrés en las personas del club y del pabellón, lo que hace que haya una gran diferencia. Realmente aquí estamos muy cómodos, cerca de la capital, y no sé si en otras regiones es igual, pero la naturalidad con la que se vive es increíble. Todo el mundo tiene recursos para salir adelante, y no se trata de sobrevivir ni competir por un trabajo.
Antes de terminar la campaña… ¿cómo podrías valorar la experiencia?
La experiencia para mí es muy positiva, siendo la primera vez que salgo tanto tiempo de casa. Agradezco al Mikel del pasado por haberse atrevido a coger la oportunidad, y creo que esto dará pie a que me atreva a llevar a cabo cualquier alternativa de esta índole. Depende de los resultados podemos quedarnos un poco más, porque la temporada no ha terminado, pero la experiencia de jugar una doble competición y un playoff es algo que yo no había tenido y la verdad es que muy bien. He conocido muchos jugadores y entrenado muchas horas, y como país, creo que es propicio para que sea el primer destino si te da miedo salir, porque todo el mundo te va a ayudar con todo. El presidente de nuestro club nos invitó en navidades, el entrenador nos puso regalos, los padres de los chavales que entrenamos nos llevan por ahí…
¿Dónde se ve Mikel Ereño en el futuro próximo?
No lo sé, pero sé que ahora me voy a atrever con cualquier oportunidad que me seduzca. Mi objetivo es ser el mejor entrenador ayudante posible y para eso quiero continuar formándome y aprendiendo. Nos queda mucho que hacer, incluso después de que se termine la temporada. El futuro en este trabajo es una incógnita constante.