(FOTO: Basketbasko) [box]Estrenamos sección. ¿Qué fue de….? Un espacio que recoge una serie de entrevistas cuya intención es poner el foco en bizkain@s que como jugadores, jugadoras, técnic@s, directiv@s, árbitr@s… tuvieron su repercusión y relevancia en su momento y que ahora ya no están en primera línea, viven el basket desde un segundo plano. Sobre sus experiencias baloncestíticas y ahora más allá de las canchas con su aún vinculación colateral nos hablan estos bizkain@s. Arrancamos la serie con Anne Clavier.[/box]
Formada en el Getxo ST, Anne Clavier fue una de las jugadoras bizkainas que, tras probar la Liga Femenina 2 en Irlandesas, saldría de su zona de confort para emprender el camino de la profesionalidad siguiendo la estela de su hermana mayor Sylvie. Pasó por Galicia, Jaén e Ibiza, destino perfecto este último para finalizar su carrera y tras estar desconectada por un tiempo del mundo del basket, se ha reunido con sus recuerdos por dos motivos: su sobrina Nicole Murugarren es la pívot del Barakaldo de Liga Femenina 2 y su oficio de enfermera le ha llevado a ser la encargada de realizar los test de antígenos a los equipos élite. Apasionada de la defensa, dice que ha vuelto a disfrutar, incluso más que antes, en este viaje en el tiempo.
En primer lugar, ¿cómo fueron tus inicios en el mundo del baloncesto?
Empecé a jugar con ocho años, siguiendo la estela de mi hermana Sylvie Clavier que también jugaba y era ocho años mayor que yo y me metió el veneno del deporte. Yo era muy activa, y enseguida mi ama me llevó a las escuelas de Fadura. Pronto después ingresé en el Getxo ST, club donde jugaba mi hermana, y estuve desde los diez años hasta los veintitrés con un paréntesis de una temporada.
En este caso…¿la hermana pequeña copió mucho de la hermana mayor?
Dentro de mi espíritu rebelde y contradictorio… (risas), es evidente que te fijas e intentas por lo menos igualar el nivel de la hermana mayor. Mi hermana llegó a ser una jugadora muy importante y apreciada, y estando como hermana pequeña y sin querer a su sombra lógicamente intentaba llegar a su nivel. En ese sentido me ha ayudado, porque a pesar de que nos llevamos ocho años hablar el mismo idioma es un punto muy importante. Era complicado al ser generaciones muy diferentes, pero aún así, cuando he sido más mayor, siempre ha sido un apoyo y un punto de referencia.
De esos años en el Getxo ST, ¿guardas el recuerdo de algún entrenador o alguna persona que te marcase en tu desarrollo especialmente?
La verdad es que sí, me acuerdo mucho de Iñaki Mintegi. Para mí era un tío muy fascinante y súper pasional, y me ayudó a crecer también como persona. No me entrenó muchos años, solo un par allá por cadete y juvenil, pero me gustó mucho. Coincidíamos mucho en la manera de ver el baloncesto y él confió mucho en mí y sacó buenas chispas de mi juego.
En cuanto a compañeras, tuve bloques diferentes. Cuando entré me tocó siempre estar con chicas más mayores que yo, y después sí que aguantamos durante cadete con un bloque similar, aunque cuando llegó la etapa junior hubo muchas que prefirieron cambiar el sudor de un viernes por el maquillaje… (risas) Preferían salir de fiesta los viernes que entrenar, y a partir de ahí ya sí que pude compartir vestuario con el mismo núcleo, más o menos.
Así que esa deserción de las chicas en etapa junior no es nada nuevo…
Esto no se ha inventado ahora. En esa época las chicas cambiamos mucho, y es cierto que también influían mucho los estudios, porque pasábamos a cursos que demandaban algo más de exigencia. Y en la universidad ya, ni te cuento…
Tu posición era la de alero, con la característica de ser muy atlética y con capacidad de anotar…
He pasado casi del 1 al 5. Al principio era mediana, pero luego crecí bastante, aunque de pívot he jugado muy poco porque no tenía cuerpo. Realmente escolta no he sido porque nunca he sabido botar… (risas) Siempre he sido un poco comodín, yo diría que mi posición era la de alero. Sí es cierto que era atlética y tenía facilidad para anotar, pero mi verdadera pasión ha sido siempre la defensa. Es con lo que más me he identificado y lo que yo creo que hacía mejor, y de hecho el único año que jugué en primera división mi entrenador me colocaba siempre a defender a las mejores jugadoras de los otros equipos. Lo disfrutaba.
Ese paréntesis de tu estancia en Getxo se produjo en la UPV, ¿no?
Sí, cuando la universitaria era una liga algo más potente. De hecho, se apuntaba a los fichajes a la universidad para que pudieran jugar a pesar de que luego no estudiasen mucho… Fueron los últimos coletazos, pero en el equipo de Bizkaia había grandes jugadoras como Diana Hauser, Arantza Pérez, Ana Urquijo… Nuestro equipo era muy bueno, y de hecho en años anteriores igual se había invertido más en tener un mejor equipo. A mí me pagaron las 90.000 pesetas de mi matrícula de enfermería de aquel año… Lo compaginé bien con el basket, porque me iba la marcha. Se trataba de un equipo semiprofesional que entrenaba solo a las tardes.
Tras los años de 1ª Nacional posteriores de Getxo, te cambiaste cerca, a Irlandesas, para debutar en Liga Femenina 2.
Eso es. Tuvimos muy buen nivel en Getxo pero no llegamos a ascender. En el año de la creación de la categoría de LF2 Luis Ledesma quiso hacer un buen equipo para competir y la verdad es que la plantilla era un lujo. Recuerdo llegar el primer día y pensar que aquello parecía una selección de Euskadi, con gente que conocía y a la que respetaba mucho. Un equipo muy equilibrado y con muy buen ambiente. Al ser un equipo totalmente nuevo e inexperto y dentro de una liga tan competitiva, fue un año de gran aprendizaje. Creo que quedamos por debajo de lo que nos hubiésemos merecido, pero la experiencia fue muy buena.
Siguiente destino Galicia y con el aliciente de emprender el camino de la profesionalidad. ¿Cómo fue salir de tu zona de confort?
Fue mi primer paso como profesional de verdad. En Irlandesas descubrí un poco el mundo de lo profesional, y yo tenía la ilusión de llegar a primera división siguiendo los pasos de mi hermana. Un agente se puso en contacto conmigo y me consiguió una oferta de un equipo gallego. Mirando la situación con cierta perspectiva, creo que el tema no ha cambiado mucho en los equipos. Hay tres o cuatro primeras espadas conocidas y después hay que ensamblar un equipo con piezas baratas que después pueden dar buen resultado.
Allí, en Galicia, coincidí con Mónica Arenas y con Estitxu Ibarretxe, dos jugadoras bizkainas con las que se me hizo muy fácil el año. El equipo tenía muy buen ambiente y buen nivel; recuerdo a Clara Bermejo, que después fue hacia arriba. A nivel de entrenador, Jordi Fernández es uno de los mejores que he tenido, y recuerdo que hizo malabarismos con un equipo bastante discreto. Él supo sacar lo mejor de todas nosotras y pudimos llegar a la Copa de la Reina, incluso. Sin embargo, a mí no me terminaba de convencer la situación y me aburría un poco el hecho de entrar en la rutina de solo entrenar, porque yo soy muy activa y quería hacer más cosas. Yo quería probar aquello y lo conseguí, y desde luego que el balance de la experiencia fue muy positivo.
Después Jaén e Ibiza para cerrar tu carrera. ¿Qué te motivó para decantarte por estos equipos?
Volví a la Liga Femenina 2 en Jaén. Es cierto que no quería seguir con la profesionalidad pero me llamó el representante y me vendió muy bien el equipo y la idea. Ese equipo era de excepción, con un nivel superior a la categoría. De hecho, batimos el récord de acabar la primera vuelta invictas, que no se había conseguido. Desgraciadamente, luego hubo problemas en el club por impagos, huelgas de las jugadoras… La verdad es que tuve la clarividencia de marcharme de allí antes de que aquello empezase, porque pensé que no era mi lugar, y las dejé con pena y con toda esa situación…
Después lo de Ibiza llegó de rebote, porque me llamaron las amigas a ver si les echaba una mano mientras yo estaba aquí de parón. Ibiza me enamoró, aluciné con lo bonita que era la isla y además subimos a Liga Femenina 2. Ahí terminé mi carrera, que no estuvo nada mal. El aprendizaje en todos los sentidos es brutal, y si consigues disfrutarlo no tiene precio. Recomendaría a todo el que pudiese hacerlo que probase, porque es una pasada.
De ello habrás hablado con Nicole Murugarren, tu sobrina y actual jugadora del Barakaldo de Liga Femenina 2… Ella también busca abrirse un camino en el baloncesto como tú lo hiciste en su día.
Sí, pero ella de todas formas ya me ha dado mil vueltas en cuanto a kilómetros… (risas). Ella empezó antes que yo a salir de casa y las veces que pienso en ella siempre me retrotraigo a la época en la que yo iba de aquí para allá. Ha estado cuatro años en EEUU, estudiando y jugado a baloncesto, y yo creo que se lo toma de manera más profesional que yo. Al final, a mí me gustaba jugar y me cuidaba, pero no he tenido tanta mentalidad profesional como ella a pesar de haberme esforzado como la que más. Nicole es muy competitiva y tiene unos cuantos centímetros más que yo y ha vuelto a España y lo ha hecho pisando fuerte en Barakaldo.
Ver ahora a tu sobrina en una situación similar a la tuya habrá hecho que reflexiones en cuanto a los cambios de una época a otra. ¿Qué diferencias aprecias entre las dos coyunturas?
Desgraciadamente no ha cambiado mucho o así lo creo. Siempre estamos con lo mismo, pero las condiciones de un equipo de chicos de LEB Oro ni se parecen a las de un equipo de chicas en Liga Femenina 2. Es una pena, y más ahora que quieren llevar a cabo una Liga Femenina 2 Profesional, pero para nada creo que estén preparados para hacerlo. No se ha avanzado prácticamente nada en veinte años e igual sirve de revulsivo, pero me parece que se debería haber avanzado bastante más.
Vamos con la actualidad ahora. La situación sanitaria actual y tu profesión han hecho que te reúnas con el baloncesto, en este caso mediante la función de la enfermera que hace los test de antígenos a los equipos bizkainos. ¿Cómo has reaccionado a volver al mundillo?
Fue de casualidad que me propusiesen realizar los test de antígenos a los equipos bizkainos, y de repente me encuentro, de la noche a la mañana, en un viaje en el tiempo que ha sido como un torbellino. La verdad es que está siendo muy gratificante, y me he reencontrado con gente que ya ni recordaba. Me ha hecho mucha ilusión volver al mundillo del basket, desde mi punto de vista de ser más mayor y creo que lo estoy disfrutando incluso más que antes. Mayor satisfacción aún es poder ayudar al gran esfuerzo que están haciendo todos los agentes del baloncesto, y quiero felicitar a todos, a equipos y árbitros, por el gran trabajo que se está haciendo. Llevo ya muchos test y apenas llevo positivos, y creo que están siendo de ayuda para la prevención de la gente.